jueves, 17 de agosto de 2023

INMORTALITY ACT - ANA MOYA (RESEÑA A 6 MANOS)

INMORALITY ACT - ANA MOYA


DATOS:

Ediciones de Salinas
Colección Nuevas Voces de Narrativa Española
2022
224 páginas 







SINOPSIS

Sudáfrica, 1980. Julia es una adolescente inglesa que se ha trasladado a la pequeña ciudad de Pietermaritzburg durante el apartheid. Pocas semanas después de su llegada, en una visita escolar a la Mansión Macrorie —una casa victoriana con fantasma incluido—, Julia conocerá de la manera más sorprendente a Andrew y a Lungile. El encuentro entre los tres chicos será el inicio de una amistad contracorriente que seguiremos a través de los años y que les cambiará para siempre. 
La trama de esta novela, centrada en los tres personajes protagonistas, es un retrato de las personas anónimas que combatieron el racismo institucionalizado —en el que ellos también participaron— con las armas de la cotidianidad.











Spot reseña






Hoy os dejamos tres puntos de vista diferentes de la novela. La propia trama nos deja la evolución de los personajes y el paso de la preadolescencia a la madurez, por ello hemos querido leerla y analizarla 2 adultos y un adolescente.

ÁLVARO


MI IDEA PERSONAL :

Dentro de los libros que nos permiten descubrir autores, hoy os traemos "Inmorality Act" de Ana Moya.

La novela se desarrolla en Sudáfrica en los años 80, una tierra marcada por las duras leyes de segregación del Apartheid. Precisamente esta problemática siempre ha resultado muy desconocida para mí a pesar de ser coetáneo con la misma, unas aberraciones raciales que a día de hoy nos parecen imposibles y que sin embargo sucedían hace nada.

No hay duda de que Ana Moya ha empleado mucho tiempo en empaparse no solo de la documentación y leyes del momento sino que ha sabido meterse en el papel de cada uno de los protagonistas de la novela para de esa manera trasmitir al lector las sensaciones, anhelos y miedos de cada uno de ellos, descubriendo así los diferentes puntos de vista de todos los habitantes del momento. Todo ello apoyado por las propias vivencias de la autora en África.

Después de la lectura y si no eres de hielo, tendrás una cita obligada con la Wikipedia o documentales sobre la situación de Sudáfrica y de esa manera descubrirás que "Inmorality Act" es una ley del parlamento de Sudáfrica, concretamente una Ley de Inmoralidad que básicamente prohibía, entre otras cosas, las relaciones sexuales entre personas blancas y personas de otras razas. Una Ley que no fue derogada hasta 1985 y de la que aún hoy queda algún que otro vestigio.

"...para inaugurar un manicomio solo hacía falta tener una casa vacía y la gente adecuada" Pág.25

Dentro de esta ambientación, la autora nos adentra en una trama donde la protagonista Julia llega a Sudáfrica con su familia desde Londres siendo adolescente, momento en el que conoce a otros dos chavales que desde ese momento comparten protagonismo con ella, Lungile y Andrew.

Con una narración en tercera persona la autora a través de su natural forma de describir, nos va adentrando en la contradicción de lo que surge como una amistad normal pero que sin embargo resulta imposible en ese momento por el detalle de que Lungile es negro.

Esta relación se ira desarrollando gracias a la mediación de el Padre Seamus, pero cuando eran niños todo era más natural. Los años van pasando y la relación se complica por la necesidad de obedecer a lo establecido y además por la dificultad añadida de cualquier relación de 3.

Los personajes aportan la clara evolución que reclama el paso de la adolescencia a la etapa adulta y sobre todo cómo cada uno de ellos se adapta o no a lo que exige la sociedad y leyes del momento. Cada uno tiene un rol muy marcado y el mantener el círculo de amistad será todo un desafío para los 3.

"...las mejores cosas de la vida siempre tardan en gustar" Pág.47


El avance de la novela nos va dejando espacios temporales de ida y vuelta, siendo la propia Julia desde su madurez la que rememora la historia, esto aporta  un punto de ligereza a la historia que en ocasiones y para mi gusto puede pecar de un ritmo un tanto lento.


                    
CONCLUSIÓN:

"Inmorality Act" es una novela valiente que nos adentra en Sudáfrica en los años 80, donde las leyes del Apartheid siguen vigentes y la segregación entre negros y blancos lleva a la crispación de la sociedad.

En el momento que Mandela es liberado las esperanzas de las personas negras estallan en una oleada de protestas que acaba en tragedia.

Una novela que desarrolla la relación de 3 amigos que no puede consumarse porque la sociedad no lo permite. Momentos que sin ser explícitos sí que te transmitirán esa tristeza por la injusticia. Durante toda la obra la autora sabe contagiar el drama, algo que sobrevuela la cabeza del lector pero no por lo que lee sino por lo que sobreentiende a través de la difícil situación del momento.

Una lectura que si bien me ha removido y ha explicado muy bien una situación de la cual no era muy conocedor, habría necesitado un poco más de trama, y por encima de todo una experiencia lectora que no he podido disfrutar como me hubiese gustado por la letra excesivamente pequeña de la edición, algo que no llego a comprender.


"Dicen que ninguna historia debería contarse una sola vez"Pág.127

Se la recomiendo en especial a los lectores que buscan lecturas en esta ambientación y a los que les gustan las novelas de costumbres narradas con sensibilidad y donde la mezcla de razas y nacionalidades y el paso de la adolescencia a la madurez llevan el peso de la trama.









Si quieres saber más sobre el libro pincha aquí








VALORACIÓN: 7 / 10
 
Esta reflexión , no es más que el sabor de boca que deja un libro a un lector aficionado cuando cierra la última página y que decide compartirlo con vosotros.




LAURA

MI IDEA PERSONAL :


Esta novela tiene 222 páginas y está dividida en cuatro partes: la mansión Macrorie, Seamus, Andrew y Lungile.

La protagonista de la historia es Julia McClure, una niña inglesa que llega a Pietermaritzburg (Sudáfrica) desde su Londres natal. Sus padres se aventuran a dejarlo todo y partir hacia el sur de África a principios de la década de los 80,en busca de un futuro mejor.



Julia tiene 12 años cuando llega a Pietermaritzburg, es extrovertida, alegre y acostumbrada a las sociedades europeas de la época. Nada más llegar le choca el modo de vida en Sudáfrica, la separación entre blancos y negros, las estrictas normas que impone el apartheid y las consecuencias de no cumplirlas. Al principio se siente sola, diferente a los otros en esa ciudad de la provincia de Kwazulu-Natal, tierra de los zulúes y echa de menos su casa de Brick Lane en Londres.

Un hecho marcará el inicio de su adolescencia, la visita a la mansión Macrorie, famosa por su fantasma. En una visita escolar a dicha mansión Julia conoce a Andrew Campbell, un niño sudafricano perteneciente a una de las familias más poderosas e influyentes de la zona, y a Lungile Ntombi, un chico negro de 14 años hijo de la conserje de la mansión Macrorie. Entre los tres surge desde aquel día una fuerte amistad, que no agrada a casi nadie, ni a los padres de los niños ni a la sociedad en general, donde la amistad entre blancos y negros era impensable. Tan solo el sacerdote de la Misión, el irlandés padre Seamus, acoge al grupo de amigos y los cautiva con su alocada manera de ser, sus palabrotas y su bondad. Pero incluso Seamus sabe que aquella relación entre los tres niños no está bien, a pesar de que intente educar a Lungile como un blanco más, él es zulú, y siempre será un criado de los blancos, un ayudante, un ser inferior.

Mansión Macrorie Museum


La novela pese a tener 222 páginas no se lee rápidamente, ya que contiene palabras afrikaans, zulúes, nombres de lugares y personas complejos…ya solo Pietermarizburg, me costó un rato la primera vez. Me ha gustado que parte de la historia se desarrolle en el momento en que liberan a Nelson Mandela de la prisión, el 11 de febrero de 1990 tras 27 años cautivo. También la historia que le ocurrió a Mahatma Ganghi en Pietermaritzburg se trata en el libro. Fue expulsado en 1893 de un vagón del tren de primera clase en esta ciudad por ser indio .A partir de esta circunstancia y otras tantas muestras de racismo hacia sí mismo por ser indio y lo que observaba que le sucedía a la población negra de Sudáfrica, comenzó su preocupación por los problemas de discriminación racial hacia todos aquellos que no fuesen blancos. Yo la desconocía, así que me ha resultado muy interesante. También aparecen las montañas Drakensberg (montañas del dragón en Afrikaans) y otros tantos lugares de la provincia de Natal que te ayudan a adentrarte en la historia. Se nota que la autora se ha documentado extensamente, no solo porque conoce bien la zona y los lugares que nombra, sino porque trata el tema del apartheid que imperaba en Sudáfrica en esa época y las relaciones entre la raza blanca y las demás con mucha profundidad. Lees el libro y te queda ese poso de tristeza, ese sentimiento de ¿cómo es posible que esto haya pasado y nadie haya hecho nada?, un poco lo que me ocurre cuando leo libros del holocausto judío, la época nazi…o los que tratan sobre la esclavitud en Norteamérica, esa misma sensación de no me lo puedo creer, pero es verdad.

Drakensberg


En cuanto a los personajes me sentí un poco defraudada por Julia, quizás esperaba más valor de ella, pero analizando bien las circunstancias puede que yo hubiera hecho lo mismo. Me sobraron algunos pensamientos contradictorios de la protagonista, era demasiado irreflexiva en algunas actitudes y por otro lado cobarde en otros momentos.

Andrew durante toda la novela me resultó poco cercano y no empaticé con él, si bien hacia el final me dejó mejores sensaciones. Era un niño blanco pijo en una sociedad súper racista, así que teniendo esto en cuenta, puedo entender sus decisiones.

Y qué decir de Lungile Tnombi. Su nombre significa “el bueno” en zulú, y como tal se comporta, un buen hijo, un buen amigo, un buen trabajador de la Misión de los padres católicos, pero tampoco es perfecto. Él es una víctima más de la sociedad, del racismo más cruel, eso es incuestionable, pero sus amigos, la chica inglesa y el acaudalado sudafricano tampoco pueden cambiar la coyuntura de un país por arte de magia. Es también víctima de Seamus y el resto de los padres misioneros. Tratan de integrarle en el mundo de los blancos, pero ¿a qué precio?

CONCLUSIÓN:

La novela me ha gustado y la temática entretiene e ilustra a partes iguales. Quizás la encuentro redundante en el aspecto del fantasma de la mansión Macrorie. Aun siendo el punto de unión de los tres amigos en la infancia, en el transcurso de la historia me resulta algo repetitivo. Pienso que se podría haber desarrollado más la trama de los tres protagonistas, pero en general es un buen libro que trata de un problema social del que todos deberíamos reflexionar, sobre todo porque el racismo no se ha terminado, ni en Sudáfrica ni en otras partes del mundo.


Monumento a Nelson Mandela de Marco Cianfanelli en KwaZulu-Natal, lugar donde fue capturado. La obra está compuesta por 50 columnas de acero, una por cada año que pasó privado de libertad, de entre 6,5 y 9 metros de altura. El conjunto reposa sobre una base de cemento y pretende representar a ojos de quienes lo contemplan las casi 3 décadas que Mandela pasó entre rejas.



El título, “Immorality Act” está muy bien elegido. Recomiendo esta novela a un público adulto y juvenil. 


VALORACIÓN: 8 / 10







Esto no es una crítica literaria, si no más bien mi parecer.








HUGO (17 AÑOS)

MI IDEA PERSONAL:

Desde el momento en que conocí la trama de este libro supe que me gustaría leerlo, ya que siempre me ha llamado la atención cómo los seres humanos en infinidad de ocasiones hemos sido y somos capaces de considerar a otra persona un ser inferior, justificar este pensamiento y hacer todo lo que sea necesario para beneficiarse de ello. Esta novela me pareció una buena oportunidad de conocer más de cerca el apartheid sudafricano, un ejemplo de estas atroces injusticias, a la vez que me permitía aprender datos relacionados con este sistema.

A medida que avanzaba en la lectura me sorprendí al comprobar que en absoluto es un relato histórico, ya que solo aparece algún nombre, dato o fecha a modo de pinceladas para establecer el trasfondo de la novela. En realidad, la trama principal se podría definir más bien como la historia vital de la protagonista, Julia, y el impacto que el país sudafricano y su reglamento segregacionista tuvieron en ella y en la evolución de su relación con sus dos mejores amigos: Andrew, un blanco sudafricano de la élite económica; y Lungile, un negro con ganas de cambiar las cosas en su país.

He de reconocer que la estructura del libro al principio me pareció un poco compleja, ya que se van intercalando distintos momentos en la vida de los personajes, y tardé en conseguir distinguirlos. Aun así, creo que esto también puede estar buscado de manera intencionada por la autora para representar el desorden que la protagonista tiene respecto a sus memorias de la infancia y juventud; y en cualquier caso te vas ubicando y hace que la novela sea bastante dinámica.

De las reflexiones que Ana Moya me ha transmitido en la lectura, hay dos que me han sorprendido gratamente. Por una parte, me ha quedado claro que pese a lo que la mayoría podríamos pensar, a parte de la población blanca de este país también le afectó el apartheid, aunque no en igual medida. Al fin y al cabo, hubo gente que también sufrió no poder relacionarse con los negros o mestizos, o tener que tomar decisiones entre elegir una vida cómoda y próspera o apoyarlos y perder el favor de la sociedad.

Por otra parte, me ha gustado mucho la visión que da la autora sobre lo que podían pensar los negros de la “pena” que sentían algunos blancos hacia ellos. Muchos de los que cargaban contra las injusticias solo lo hacían para aliviar su conciencia, pero en el fondo sabían que si todo cambiaba perderían su cómodo estilo de vida y el control que ejercían sobre los verdaderos nativos del país, y tenían miedo.

También me gustaría destacar que las pequeñas referencias históricas a personajes como Mandela o Gandhi, además de ayudar a ambientar la historia me dieron pie a investigar más a fondo sobre el apartheid y esas décadas de la historia de Sudáfrica, cosa que indica que esta lectura me ha transmitido interés y curiosidad por el tema. Algo que me llamó especialmente la atención fue la creación  a partir de 1951 de bantustanes, pequeños estados inventados dentro del propio país para reagrupar allí a los negros y conseguir que dentro de su nación fueran considerados como extranjeros en condición de ilegalidad.

Municipio de Edendale, Sudáfrica, creado en 1851 cuando 100 familias cristianas negras fueron obligadas a desplazarse 10 km de Pietermaritzburg.

CONCLUSIÓN:

Tras haber terminado de leer el libro, una de las sensaciones que me ha transmitido prevalece sobre las demás: pese a que el apartheid acabó oficialmente en Sudáfrica y Namibia en 1992, y ya desde antes se habían ido relajando algunas prohibiciones o restricciones, la realidad para la población marginada por el sistema apenas se vio cambiada. La estructura económica y social que implantó la minoría influyente blanca en esos países para su conveniencia trastocó de manera mucho más profunda la organización tradicional del país así como la posibilidad de aprovechar sus recursos, y sus efectos aún se perciben de manera clara a día de hoy en el país considerado como el más desigual del mundo.

El apartheid acabó en la teoría hace ya más de treinta años, pero las injusticias cometidas hacia la población negra, india o mestiza aún marcan el día a día de todas estas personas que constituyen tres cuartas partes del país.

Como ejemplo de ello, he podido rescatar un fragmento de un reportaje del New York Times del 2017 en el que se denota esto claramente:

“Se suponía que el fin del apartheid sería un comienzo.

Judith Sikade se imaginaba escapando de los guetos donde el gobierno había obligado a vivir a las personas de raza negra. Su meta era encontrar trabajo en Ciudad del Cabo y cambiar su improvisada vivienda por una casa con servicios modernos.

Más de dos décadas después, Sikade, de 69 años, vive en el lodo lleno de basura del gueto de Crossroads, donde miles de familias negras han usado tablones astillados y láminas de metal para construir chozas por falta de otro lugar donde vivir.

“He ido de una choza a otra”, dice Sikade. “Seguimos viviendo en el apartheid” […].”

Opino que uno de los objetivos de la autora era hacer reflexionar al lector sobre si el final teórico del apartheid ha supuesto un cambio a mejor real en las vidas de quienes lo sufrieron, y en mi caso, al menos, lo ha conseguido. 

Fotografía aérea donde se aprecia el espacio impuesto obligatoriamente entre las lujosas urbanizaciones de la minoría blanca (a la derecha) y los barrios negros marginales de chabolas (a la izquierda).



VALORACIÓN: 8.5 / 10








Esto no es una crítica literaria, si no más bien mi parecer.


8 comentarios:

  1. ¡Buena reseña! Yo tampoco conocía las leyes de segregación del Apartheid

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  2. Super enriquecedoras estas reseñas. El tema de la letra es importante para mi, pero creo que aún así, disfrutaría esta lectura.
    Besos.

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  3. Muy buena entrada y una lectura bastante original.
    Gracias, me encanta descubrir libros y autores y no quedarse siempre en lo mismo
    saludosbuhos!

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  4. La verdad es que esté bien de vez en cuando salir de la rutina. Abrazos

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  5. Hola Alvaro!!
    Gracias por la recomendación, no conocía este libro.
    Besos💋💋💋

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