Esta
novela tiene 485 páginas y 64 capítulos. Narra la historia de Ángela y su
familia, junto con la de otras familias con niños, a lo largo de 4 años, todos
con el nexo común de la central nuclear que se estaba construyendo en Lemóniz (Vizcaya). Los
hechos que suceden en el libro van desde
1978 hasta 1982, los llamados “años de plomo de ETA”, una de las etapas más
sangrientas de la banda terrorista.
Central Nuclear de Lemóniz
Este
libro es autobiográfico, aunque novelado, ya que el padre de la autora fue
ingeniero en Lemóniz y compañero del secuestrado y asesinado José María Ryan y
del también asesinado Ángel Pascual. El pueblo donde viven es Zilgora (pueblo
inventado por Estela Baz) a pocos kilómetros de Bilbao. Los personajes del
libro son reales, pero la escritora ha cambiado sus verdaderos nombres. Todos
ellos formaron parte de la infancia de la niña (Ángela) en los cuatro años en los que se
desarrolla la novela, desde que ella tiene tres y hasta los siete. David, el padre, es uno de los ingenieros expertos
en energía nuclear, contratado por Iberduero para poner en marcha la central de
Lemóniz. Carmen, la madre de Ángela, es ama de casa y tiene que lidiar con las
escasas explicaciones que le da su marido sobre los problemas que surgen en la
central como consecuencia de los ecologistas, los antinucleares, y lo peor de
todo, la implicación de ETA en el asunto. Al principio del relato Carmen está
embarazada de su segundo hijo, Quique, un bebé con salud delicada, que
afortunadamente no se percatará de la cantidad de situaciones difíciles y angustiosas
que vivirá el resto de la familia, al ser muy pequeño.
En
Zilgora todos los trabajadores de Iberduero que forman parte del proyecto de
Lemóniz son grandes amigos, más que eso, son como familia. Isabel y Lázaro son
los más cercanos a Ángela y su familia, y Laura, la hija mayor de estos, es el alma gemela de
Ángela. Ambas de la misma edad, ven poco a poco a través de sus inocentes
miradas, como todo a su alrededor se desmorona.
Al
principio de la historia la familia viaja a Madrid para que David siga formándose
en su profesión. Allí conocen a Rafael, un Guardia Real, y su familia, que
serán muy importante para Ángela y les
visitarán en Zilgora en alguna ocasión. Rafael siente preocupación por sus
amigos del País Vasco, ya que las informaciones que le llegan como mimbro de la
Guardia Real, no son muy halagüeñas. Les inculca que adquieran hábitos en el
día a día para hacer frente a la amenaza cada vez más grande de ETA.
De
regreso a Zilgora la vida poco a poco se va enrareciendo. Ángela acude a la "ikastola" con Laura, y ven como sus amigos del pueblo comienzan a hacerles comentarios malos sobre sus
padres, tan solo por ser trabajadores de la futura central de Lemóniz. En la "ikastola" solo les enseñan cosas en vasco y Ángela se siente bastante confusa,
ya que en su casa no se habla vasco, y no le dan ninguna facilidad para adaptarse. Cuando las
amenazas de ETA se vuelven más intensas pasa temporadas en que asiste muy poco
a la escuela, y a su regreso se siente como un bicho raro, no solo porque los
niños de la clase la aíslan, sino porque su dominio el vasco no es tan fluido
como el del resto.
Las
familias de los trabajadores de Iberduero en Lemóniz reciben amenazas por carta
de ETA, llamadas de teléfono, son seguidos en sus quehaceres cotidianos, tanto
en coche como a pie, tienen que mirar debajo de los coches por si les han
colocado explosivos, salen de casa con temor de encontrar a alguien en el
portal y, cuando la situación ya es insostenible, apenas salen de casa. Carmen
inventa un sinfín de juegos para su hija, como buscar duendes debajo del coche,
coger el teléfono cuando suene tres veces, cerrar todas las persianas y jugar a
las tinieblas…..todo para ahorrarle a su hija pequeña el terror en el que
viven, la amenaza constante de un grupo de desalmados que les tienen atemorizados
y que ya han puesto explosivos en la central nuclear y en otras sedes de
Iberduero para que se paralice la construcción de Lemóniz. Pero si la situación
de las madres y los niños es penosa, la de los padres, trabajando en la central,
no es mejor. Tienen que salir del trabajo escondidos, utilizar distintos
coches, ir a través del monte, a veces no pueden regresar a dormir a sus casa,
con un ambiente muy tenso dentro de la central, porque se sabe que hay infiltrados
de la banda terrorista trabajando codo
con codo con ellos.
Publicidad : ¿Nucleares?, No, Gracias
Ángela
y Laura van creciendo , asisten con su mirada de niñas no solo al rechazo de la
gente del pueblo, sino a los asesinatos
de seres cercanos, que van normalizando,
debido a la crudeza de la situación, que se hace insostenible y obliga a sus
padres a tomar una decisión.
La
novela está escrita en primera persona por Ángela, con muchos diálogos, pocas
descripciones y con un lenguaje adaptado a una niña. Quizá eso es lo que menos
me gusta del libro, ese lenguaje infantil, con demasiados diminutivos:
chiquitina, un ratito, quietecita….que a veces me resultaba repetitivo. Es una
lectura fácil y fluida y en el encabezado de cada capítulo aparecen en cursiva
fragmentos de la hemeroteca de la época en la que se desarrolla dicho capítulo,
lo que pone de relieve la veracidad de los hechos. El prólogo del libro está
escrito por Luis del Olmo, amenazado por ETA cuando condenó el asesinato del
ingeniero José María Ryan en su programa. Al prólogo le sigue una nota de la
autora y al final del mismo el marco
histórico y la bibliografía.
Esto no es una crítica literaria, si no más bien mi parecer.